Jaume Puigdellívol se descompone lentamente en su habitación de un piso compartido en el nº 320, 3º 1ª de la Avenida Meridiana a las seis y trece de la tarde.
Las células del joven Puigdellívol luchan, feroz y solitariamente, intentando combatir el tormentoso proceso disociativo que ha comenzado justo antes de que el muchacho se dirigiese a la cocina para prepararse un tentempié.
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